EL APEGO, ESE GRAN DESCONOCIDO

Desde hace unos años, un tema que cada vez se ha investigado e indagado más en psicología ha sido el tema del apego, puesto que se va viendo de forma más clara su relación con algunos trastornos de la edad adulta, y también se relaciona con problemas a la hora de vincularnos afectivamente con los demás.

Algo importante a resaltar también es que la teoría del apego ayuda a identificar aspectos cruciales de las dificultades para gestionar la vulnerabilidad y ofrece útiles mapas del funcionamiento de las personas que nos ayuda a conceptuar y manejar mejor los procesos terapéuticos (Antonio Galán Rodríguez, 2020)

Podemos afirmar que vincularse es algo innato en el ser humano y además es básico para el correcto desarrollo psico-emocional (Iker Burutxaga, Carles Pérez-Testor, Margarita Ibáñez, Sergi de Diego, Marta Golanó, Elisabeth Ballús, Josep A. Castillo, 2018)

QUÉ ES EL APEGO. DEFINICIÓN.

Para comenzar sería importante que definamos adecuadamente el apego. El apego consiste en el tipo de vínculo afectivo que desarrollamos desde los primeros momentos de vida, y que será de un tipo u otro en función de la respuesta que también obtengamos de las personas con las que nos vinculemos, siendo estas habitualmente nuestros progenitores.

Algunos autores, además, consideran esta relación de apego durante la primera infancia como un elemento crítico para la supervivencia, el desarrollo físico y emocional, por lo que lo definen como un imperativo biológico que se establece en una necesidad de carácter evolutivo.

Como detallan algunos autores (Antonio Galán Rodríguez, 2015), esta teoría en la actualidad todavía sigue recibiendo aportaciones de diferentes disciplinas y ampliando su enfoque en relación a aquello que trata de explicar, reforzando sus ideas de forma continua.

Es importante también que diferenciemos entre la conducta del apego y el vínculo del apego, ya que, pese a que puedan entenderse como similares, tienen sus diferencias (Gabriel Barg Beltrame, 2011). Vinculo de apego haría referencia al lazo afectivo entre las personas con un significado especial en nuestra vida, mientras que la conducta de apego se refiere a las diversas formas de conducta que tiene por finalidad la conservación o cercanía con otra persona que consideremos más capacitada para enfrentar el mundo.

FASES DEL APEGO

Según nos plantean Bowlby (1979) y Barg (2011), el vínculo del apego se desarrolla a través de cuatro fases durante el primer año de vida, y las diferentes fases son:

  1. Fase de pre- apego: durante el 1- 2 mes de vida, el niño no discrimina a quien van dirigidos los comportamientos de apego, buscando entre las diferentes personas disponibles.
  2. Instauración del apego: 2- 6 meses, en esta etapa el niño ya empieza a diferenciar, y manifiesta diferentes preferencias.
  3. Fase clara de apego (de 6 meses a 3 años) Exploración activa y búsqueda de proximidad. a los 7 meses de vida aproximadamente, el niño explora el entorno buscando proximidad con cuidadores concretos, aquí comienza la protesta ante la separación del cuidador principal.
  4. Formación de una relación recíproca (de 3 años en adelante): relación corregida por los objetivos; Alrededor de los 3 años, aquí el vínculo de apego se consolida a medida que se desarrolla cognitivamente el niño.

Barg (2011) afirma que para concretar estas cuatro etapas es necesario que los padres le proporcionen al niño un ambiente de apego saludable en donde: primero, el niño se sienta seguro; y segundo, lo animen a explorar a partir de ellos.

Cabe destacar a modo de conclusión sobre este apartado, que resulta notable el importante papel que desempeñan los factores medioambientales compartidos en el apego, resaltando que las diferencias en las relaciones de apego se deben fundamentalmente a lo que se recibe, y no tanto a la naturaleza misma de la persona, aunque la inclinación al apego es innata (Marinus Van Ijzendoorn, PhD., 2005)

TIPOS DE APEGO.

La conexión establecida con los cuidadores primarios, originan estilos de apego, que se vinculan a la manera en que se regula las emociones sobre todo en momentos de crisis y/o demandas exigentes del medio (Jennifer Andrea Mayorga-Parra, Vladimir Vega Falcón, 2021). Como resultado de dicha conexión, podríamos definir los siguientes estilos de apego:

  1. APEGO SEGURO

    La característica principal de este estilo de apego consiste en que el niño sabe que su cuidador va a estar disponible en caso de necesitarlo. Sabe que es querido, valorado y aceptado por lo que siente seguridad. En este tipo de apego podemos observar como el cuidador ha hecho un trabajo de constancia y congruencia para poder transmitir esta tranquilidad al niño.

    Los niños de apego seguro no tienen temor al abandono por lo que no les supone ningún problema el aproximarse a otras personas e interactúan de forma segura y confiada con su entorno.

    El estilo de apego seguro se asocia a bajos niveles de ansiedad y evitación. (Bartholomew y Horowitz, 1991).

  2. APEGO ANSIOSO

    En este tipo de apego, el niño no tiene confianza en sus cuidadores, por lo cual se le ha generado una sensación constante de inseguridad, puesto que estos unas veces han estado disponibles y otras no, y esta inconsistencia ha sido la que ha marcado las pautas de cuidado con el niño.

    Debido a esta falta de congruencia por parte de los cuidadores, los niños experimentan emociones como miedo, angustia ante la posibilidad de que se ausente, y una vez vuelve de nuevo tienen problemas para calmarse y regular esas emociones.

    Su inhabilidad para regular recuerdos emocionales negativos, es compatible con la constante preocupación en que permanecen; a menudo pueden llegar a estar perdidos en recuerdos emocionales negativos (Garrido-Rojas, 2006)

    Una de las consecuencias más habituales en este tipo de apego es la aparición de dependencia emocional cuando son adultos.

  3. APEGO EVITATIVO

    Cuando un niño desarrolla apego evitativo, es porque en el momento de necesitar a su cuidador, este no ha estado presente, o al menos no de la forma en la que el niño necesitaba, dando como consecuencia la falta de seguridad y la idea de que no va a estar presente en caso de necesitarlo, por lo que el niño se distancia emocionalmente, para no experimentar dolor emocional ante esta falta de seguridad.

    Como resultado de este distanciamiento, el adulto con apego evitativo tiene serias dificultades a la hora de vincularse, sintiendo ansiedad hacía la intimidad emocional.

    Los niños con este estilo de apego han aprendido que pueden evitar este rechazo y al menos sentir cierta seguridad (la que genera contar con la figura de apego, lejos, pero al menos sin rechazarles) si no expresan sus necesidades, si incluso no se acercan a ellas, si hacen todo lo posible para no acceder a ellas. (Barroso, O. 2014)

  4. APEGO DESORGANIZADO

    En el apego desorganizado, aparecen manifestados tanto del apego ansioso como del apego evitativo, puesto que estos niños se han enfrentado a situaciones en las que los cuidadores han tenido conductas negligentes con ellos como abandono o incluso violencia física o verbal.

    Como consecuencia los niños sufren un elevado desbordamiento emocional, teniendo explosiones de ira, conductas impulsivas y serias dificultades para poder regularse a nivel emocional.

    Este estilo de apego podría ser considerado un proceso que dificulta la organización de la experiencia psicofisiológica, emocional, cognitiva y relacional predisponiendo a la persona a experimentar mayores dificultades para regular las situaciones estresantes (y/o traumáticas) propias de la vida. (F. Lecannelier, L. Ascanio, F. Flores, M. Hoffmann, 2011)

    Los adultos con este tipo de apego tienen importantes dificultades para vincularse ya que no conocen una forma sana de aproximarse emocionalmente a otras personas.


UNA VEZ IDENTIFICADO MI ESTILO DE APEGO… ¿QUÉ PUEDO HACER?

El tipo de apego que desarrollemos en la infancia, no es algo estático que no se pueda modificar, de hecho, incluso en diferentes momentos de nuestra vida, nuestro estilo puede modificarse, ya que irá variando en función de las experiencias que vayamos viviendo y de la forma en la que estas nos afecten.

En un estudio reciente, varios investigadores (Nathan W. Hudson, William J. Chopik and Daniel A. Briley, 2020) determinaron que las personas tenemos la capacidad de cambiar nuestro estilo de apego para estar menos ansiosas o evitativas, lo que no se ha determinado es si este cambio sería exitoso al largo plazo.

RESTAURAR APEGO

Hay diversas formas de reparar nuestro estilo de apego, para ir haciendo que poco a poco se vuelva un estilo más seguro.

El trabajo del apego es fundamental además en algunos procesos de terapia, resaltando su importancia dentro de la terapia de pareja. Algunas de las pautas a seguir pueden ser:

  1. Aprender a autorregularse:

    Trabajar en la autorregulación es trabajar directamente en la autonomía de la paciente: que aprenda y que sepa que la correlación (regularse con los otros) está bien y es necesaria pero que también existen otras opciones.

  2. Desarrollar el autocuidado

    El autocuidado es una forma de “devolver” profundamente la mirada a ellas (a nuestras pacientes) y a invitarles a hacerse cargo de sus necesidades. Como autocuidado entendemos todas aquellas acciones que nos llevan a revisar qué necesitamos, hacernos cargo de ello, tratarnos bien y protegernos.

  3. Trabajar con las resistencias que surgen

    Los estilos de apego llevan asociadas una serie de resistencias que aparecen como forma de manejar dicho estilo, el aprender a detectar estas resistencias y poder gestionarlas es parte fundamental para poder llegar a desarrollar una forma de apego más saludable y adaptativa.

  4. Trabajar el miedo al compromiso, el miedo a perder la libertad, a no ser correspondido.

    Es común que las personas con apego evitativo tienen algunos miedos en común. Por ejemplo, el miedo al compromiso, el miedo a perder su independencia o libertad, el miedo a “entregarse” y no ser correspondido… Del miedo es precisamente de donde surge “la evitación” (y cómo sabéis la evitación es la base de muchos trastornos y también en parte de esta tendencia de apego).

  5. Aprender a mostrarse vulnerables

    Se ha demostrado que, la visualización y la práctica de momentos del futuro que nos producen ansiedad o miedo, reduce esa ansiedad y miedo que nos producen tanto previamente como en el momento de la exposición. Es por ello que, cuando los pacientes estén necesitando acercarse a sus vínculos y reparar su forma de vincularse, en ocasiones necesitaremos practicar con ellos cómo es abrirse con esa persona, mostrar determinadas partes internas que tienen, etc.

    Este tipo de pautas te podrán ayudar fundamentalmente a reparar tanto estilo de apego ansioso como evitativo, y cabe destacar que el apego desorganizado requiere de un trabajo más profundo a estar asociado a traumas de la infancia más severos en algunos casos.

Aprender a mostrarse vulnerables

Se ha demostrado que, la visualización y la práctica de momentos del futuro que nos producen ansiedad o miedo, reduce esa ansiedad y miedo que nos producen tanto previamente como en el momento de la exposición. Es por ello que, cuando los pacientes estén necesitando acercarse a sus vínculos y reparar su forma de vincularse, en ocasiones necesitaremos practicar con ellos cómo es abrirse con esa persona, mostrar determinadas partes internas que tienen, etc.

Este tipo de pautas te podrán ayudar fundamentalmente a reparar tanto estilo de apego ansioso como evitativo, y cabe destacar que el apego desorganizado requiere de un trabajo más profundo a estar asociado a traumas de la infancia más severos en algunos casos.

Referencias

  • Galán Rodríguez, A. (2020). ¿En qué mejora la teoría del apego nuestra práctica clínica? Es hora de recapitular. Papeles del Psicólogo, 41(1), 66-73.
  • Burutxaga, I., Pérez-Testor, C., Ibáñez, M., de Diego, S., Golanó, M., Ballús, E., & Castillo, J. (2018). Apego y vínculo: una propuesta de delimitación y diferenciación conceptual. Temas de psicoanálisis, 15(2), 1-17.
  • Galán Rodriguez, A. (2016). La teoría del apego: confusiones, delimitaciones conceptuales y desafíos. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 36(129), 45-61.
  • Barg, G. (2011). Bases neurobiológicas del apego. Revisión temática. Ciencias psicológicas, 5(1), 69-81.
  • Bowlby, J. (1982). Attachment and loss: retrospect and prospect. American journal of Orthopsychiatry, 52(4), 664.
  • Van IJzendoorn, M. (2010). El apego durante los primeros años (0-5) y su impacto en el desarrollo infantil. T. RE, B. RG, P. R, & B. M, Enciclopedia sobre el Desarrollo de la Primera Infancia [en línea]. Montreal, Quebec: Centre of Excellence for Early Childhood Development.
  • Mayorga Parra, J. A. M. P., & Vega Falcón, V. (2021). Relación entre estilos de apego y estrategias de regulación emocional en estudiantes universitarios (Relationship Between Attachment Styles and Emotional Regulation Strategies in University Students). Revista psicología UNEMI, 5(009), 46-57.
  • Bartholomew, K., & Horowitz, L. M. (1991). Attachment styles among young adults: a test of a four-category model. Journal of personality and social psychology, 61(2), 226.
  • GARRIDO-ROJAS, L. U. S. M. E. N. I. A. (2006). APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL. IMPLICACIONES PARA LA SALUD. Revista Latinoamericana de Psicología, 38(3), 493-507.
  • Barroso, O. (2014). El apego adulto: la relación de los estilos de apego desarrollados en la infancia en la elección y las dinámicas de pareja. Revista digital de medicina psicosomática y psicoterapia, 4(1), 1-25
  • Lecannelier, F., Ascanio, L., Flores, F., & Hoffmann, M. (2011). Apego & psicopatología: Una revisión actualizada sobre los modelos etiológicos parentales del apego desorganizado. Terapia psicológica, 29(1), 107-116.
  • Hudson, N. W., Chopik, W. J., & Briley, D. A. (2020). Volitional change in adult attachment: ¿Can people who want to become less anxious and avoidant move closer towards realizing those goals? European Journal of Personality, 34(1), 93-114.